25 de noviembre: ¡vivas nos queremos!

Mañana, 25 de noviembre, como cada año, se celebra el Día de la No Violencia contra Mujeres y Niñas. Celebración es un decir, puesto que el día 25 es, sobre todo, un día conmemorativo y reivindicativo.

Conmemorativo, porque, tal como indica el significado de esta palabra, se recuerda de forma pública a todas aquellas mujeres y niñas que han sido víctimas de la violencia machista, tanto a aquéllas que han perdido sus vidas a causa de este cáncer social, como a aquéllas que la han padecido, en muchas ocasiones de forma inadvertida, durante años. Una memoria colectiva del dolor, la injusticia y la impunidad.

Un día reivindicativo porque la violencia de género sigue siendo una realidad ampliamente instaurada en nuestra sociedad: adolescentes a las que su novio controla los mensajes que reciben y su modo de vestir, mujeres embarazadas que sufren acoso psicológico en el trabajo para que se vayan con un despido pactado y sin indemnización, acoso sexual en la universidad o en el gimnasio, insultos y vejaciones del marido por no tener la cena lista, asedio a jóvenes que vuelven solas por la noche después de una noche de fiesta…, 61 muertas en el Estado español en el año 2014.

“Ya son tantas las mujeres asesinadas a manos de sus parejas o ex-parejas” es una frase habitual en los noticieros y en la prensa escrita. Como si dijéramos “ya llevamos dos desplomes del ÍBex 35 en lo que va de año” o “ya son 10 las Comunidades Autónomas que han implantado la enseñanza bilingüe en las escuelas primarias”. Con la misma banalidad nos acercamos a unas y otras cifras…

Sin embargo, lo sabemos bien, el número de vidas que se cobra la violencia de género no es un dato banal: se trata de una muestra profunda y dolorosa de unas relaciones desiguales y de poder que anulan la existencia de miles de mujeres. Es también la muestra de un mal estructural que cuenta con políticas públicas – jurídicas, asistenciales, educativas y de sensibilización social – precarias e insuficientes. Un claro ejemplo de ello es el asesinato, hace 2 semanas, de una mujer de 45 años a manos de su ex-pareja: había interpuesto dos denuncias y solicitado medidas de protección, que le fueron denegadas.

El asesinato de esta mujer sorprendió de forma especial a su entorno porque se trataba de una pareja “normal”: clase media, ambos implicados en el tejido asociativo barrial, los tres hijos escolarizados y sin problemas de conducta manifiestos, etc. ¿Cuándo tomaremos conciencia de que la violencia de género es un fenómeno generalizado presente en todos los estratos sociales? ¿Cuándo dejaremos de atribuir este tipo de violencia a familias que cumplen con un patrón disruptivo estereotVivasNOSQUEREMOSipado? ¿Cuándo seremos conscientes, por fin, que lo grave de la cuestión es que la violencia contra las mujeres es un hecho socialmente normalizado? ¿Hasta cuándo será necesario que se desencadene un acto extremo, como es el asesinato, para percatarnos de su cotidianeidad?

Así, el 25 de noviembre es un día conmemorativo, de reivindicación y exigencia, que permite visibilizar una cuestión que tiende a ocultarse y a considerarse del pasado o propiedad exclusiva de grupos sociales “problemáticos”. Pero cada día es 25 de noviembre, en la escuela a través de la educación, en el trabajo a través de la prevención del acoso, en casa a través de una negociación más justa de las relaciones interpersonales, en las calles, en las plazas, en todos los lugares, la lucha sigue, impenitente e infatigable, hasta la erradicación definitiva de toda agresión contra mujeres y niñas.

 

Las mujeres y la economía cooperativa

El pasado día 25 de octubre, en el marco de la Fira d’Economia Social i Solidària (FESC), se presentaron los resultados de la investigación “Femení i plural: les dones i l’economia cooperativa”, realizada por Elba Mansilla, Joana G. Grezner y Sílvia Alberich i sufragada por la Diputació de Barcelona.

Las investigadoras expusieron los motivos por los que habían constatado que el formato empresarial cooperativo puede suponer una fórmula ventajosa para las mujeres a la hora de enfrentar muchas de las desigualdades y discriminaciones que encuentran en el mercado laboral convencional.

Así, en primer lugar, la cooperativa ofrece una oportunidad para emprender un proyecto de iniciativa económica, puesto que permite superar de forma colectiva las dificultades de acceso al crédito que encuentran las mujeres, en todo el mundo y también en la Unión Europea, así como la mayor descapitalización que las mujeres presentan frente a los hombres.

Por otro lado, el estudio de varias cooperativas catalanas formadas por mujeres o altamente feminizadas ha puesto de manifiesto que en este formato empresarial prácticamente desaparece la brecha salarial de género. A la vez, las investigadoras han detectado un número significativo de buenas prácticas relacionadas con la conciliación y la corresponsabilidad: elevado grado de flexibilidad horaria y de autonomía en la organización del trabajo, ampliación del permiso de paternidad de hasta dos meses a cargo del fondo de la cooperativa o mecanismos de cuidado y sostenimiento emocional de los equipos de trabajo.

Sin embargo, el estudio “Femení i plural” señala que algunos fenómenos, como son la segregación horizontal – distinta distribución de mujeres y hombres en función del área o sector productivo -, o la segregación vertical – distinta distribución jerárquica por sexos -, siguen estando presentes en la economía cooperativa. A pesar de ello, el impacto de la segregación vertical se ve atenuado por el sistema de toma de decisiones cooperativo, caracterizado por “una persona socia trabajadora, un voto”, especialmente en aquellas cooperativas de menor tamaño en las que la Asamblea General sigue siendo el principal órgano decisorio y no existe un Consejo Rector en el que se ha delegado la gestión cotidiana.

Finalmente, la investigación concluye que sólo aquellas cooperativas que han incorporado la perspectiva de género explícitamente visibilizan de forma activa la presencia de mujeres en el mercado laboral a través de su política comunicativa, o adoptan prácticas que inciden en la transformación social y cultural de los patrones de género hegemónicos.

Tendremos la oportunidad de volver a escuchar y debatir los resultados de la investigación el próximo 15 de noviembre, en el marco de la Fira d’Economia Feminista, que tendrá lugar en el recinto fabril de Can Batlló, también en la ciudad de Barcelona.

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