El pasado 25 de febrero, tuvimos la oportunidad de asistir al Foro “Brecha Salarial de género: una desigualdad cronificada”, organizado por el Departament d’Empresa i Ocupació de la Generalitat de Catalunya y l’Institut Català de les Dones.
La brecha salarial es uno de los fenómenos de discriminación laboral más reconocidos, estudiados y documentados (mucho más, por ejemplo, que el acoso sexual o por razón de sexo, fenómeno tabú sobre el cual acostumbra a extenderse un tupido velo). Se han realizado cantidad de estudios e informes que ponen en evidencia que las mujeres perciben menos salario que los hombres. Y no solamente perciben menos salario por estar peor posicionadas en el mercado laboral, realizar jornadas parciales, y por el hecho de que los sectores más feminizados son los peor remunerados (véase, por ejemplo, sector servicios, actividades administrativas o el mundo de la hostelería); sea cual sea el sector y el puesto de trabajo, las mujeres siempre cobran menos que los hombres. Esto no solamente es injusto y discriminatorio, sino que es tremendamente sorprendente en la medida que, como han puesto de relieve numerosos estudios, actualmente las mujeres están más formadas y mejor preparadas que los hombres.
¿A qué es debida esta discriminación? Tal y como ha comentado una de las personas participantes, no se trata de un problema relativo a la igualdad formal, en la medida que existe un cuerpo legislativo que prohíbe las discriminaciones y aboga por la igualdad de mujeres y hombres (en este sentido, cabe destacar que el Estado español es uno de los más avanzados a nivel mundial). Se trata de un problema relativo a la igualdad efectiva, fruto de una situación de desigualdad estructural derivada del sistema patriarcal, que minusvalora el trabajo que desempeñan las mujeres.
Esta brecha salarial tiene graves consecuencias para las mujeres en la medida que el salario percibido no solo dificulta su independencia económica en el momento en el que están trabajando, sino también a la hora de percibir prestaciones por desempleo y otras pensiones contributivas, que serán inferiores, convirtiendo este fenómeno en uno de los factores determinantes de la feminización de la pobreza.
Un dato sorprendente que ha apuntado otra de las personas participantes es que la brecha salarial en España se ha ido cerrando a lo largo de estos últimos años (aunque sigue muy abierta). Sin embargo, el descenso de la discriminación salarial no se debe a una mejora de las condiciones salariales de las mujeres. En absoluto. Paradójicamente, este acercamiento de posiciones es una de las consecuencias de la crisis, que ha provocado una devaluación de los salarios de los hombres.
Otro dato sorprendente a la vez que aterrador es el hecho de que la brecha salarial es mucho más elevada y profunda en los altos cargos y puestos directivos. ¿Por qué será que cuanto más poder adquieren las mujeres, más trabas enfrentan?
También se ha señalado en el foro que existen otras brechas salariales igual o más profundas que la de sexo: por ejemplo, la discriminación salarial que sufren las persona inmigradas y las personas que trabajan en el mercado informal. Sin olvidar, sin embargo, que el género es una categoría transversal, de modo que entre las personas inmigradas, las mujeres las que cobran menos que los hombres, y entre las personas que trabajan en el mercado informal también. Por no mencionar el hecho de que las mujeres representan una amplia mayoría en el mercado de trabajo informal, y muy especialmente las mujeres inmigrantes.
En definitiva, ha sido una jornada muy interesante en la que se han apuntado algunas ideas muy acertadas, que se añaden a los datos y estudios que ya se disponen y que muestran la persistencia de esta realidad discriminatoria. La cuestión es, conocida esta realidad discriminatoria ¿qué pasos hay que seguir dando para erradicarla?