El próximo miércoles 13 de mayo tendrá lugar en el Colegio de Arquitectos/as de Catalunya una jornada sobre “Entornos habitables. Vivienda y seguridad desde la perspectiva de género”, jornada enmarcada dentro del Plan de gestión urbana para la mejora de la seguridad con perspectiva de género (2014-2015), financiado por la Diputación de Barcelona.
La perspectiva de género ha ido haciendo, poco a poco, acto de presencia en la forma de concebir y construir las ciudades. Este hecho ha derivado de la constatación de que los espacios no son neutros. En la medida que mujeres y hombres tienen una experiencia corporal y sexuada diferente, el espacio condiciona de manera diferenciada y desigual a unas y otros; así mismo, los roles de género hacen más profundas estas diferencias y desigualdades a la hora de percibir y vivir los espacios por parte de mujeres y hombres.
Las ciudades han sido ideadas únicamente en base a una perspectiva de la masculinidad dominante (heterosexual y blanca). Las mujeres han sido y siguen excluidas del planeamiento urbano, tanto como planificadoras como ciudadanas. Son los hombres quienes toman las decisiones, y la perspectiva de la masculinidad dominante la única que es tomada en consideración. Las ciudades se han construido sin las aportaciones de las mujeres, así como de otros colectivos que también han sido marginados.
Desde una perspectiva feminista, la propuesta es construir una ciudad cuya planificación se base en la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, identificando las necesidades y conflictos que afectan a aquellos grupos sociales que no han sido ni son tenidos en cuenta, como es el caso de las mujeres (como por ejemplo, creando espacios de encuentro entre mujeres en los que se pueda gestionar un banco de tiempo, o habilitando espacios de juego infantil pensados desde una pedagogía no sexista junto con espacios de juego pensados para gente mayor, o garantizando una justa y apropiada iluminación de todas las calles, etc.). El objetivo es, pues, replantear los modelos de ciudad actuales mediante la incorporación de la perspectiva de género en el quehacer urbanístico, y dejar de idear soluciones espaciales o urbanas para habitantes supuestamente neutros.
En este sentido, la problemática de la (in)seguridad de las mujeres en las ciudades es uno de los temas que más ha captado la atención del urbanismo feminista desde hace algunos años. Las mujeres son las principales afectadas por la violencia en las ciudades, sobre todo las mujeres en las que convergen varios tipos de discriminación (además de la de género, por etnia, religión, edad, clase social, etcétera). Por estas razones, este es un tema sobre el que merece la pena pararse a reflexionar.

La sensación de (in)seguridad condiciona el uso de los espacios urbanos y limita en gran medida la autonomía de las personas. Aunque la percepción de (in)seguridad tiene unos componentes sociales importantes, el espacio físico es un elemento clave que condiciona enormemente esta percepción. Así mismo, es muy importante tener en cuenta que el miedo y la sensación de inseguridad están enormemente condicionados por el tipo de violencia que pueden sufrir los hombres y las mujeres, que es muy diferente. El miedo y la percepción de inseguridad en las mujeres vienen determinados en gran medida por la violencia que los hombres ejercen sobre su cuerpo. Sin duda alguna, es completamente diferente tener miedo a que te den una paliza o a que te roben, que tenerlo a ser violada. Esto sucede porque el cuerpo de las mujeres es objeto de violencia (tanto en los espacios públicos como privados).
Hasta ahora, en la gran mayoría de las ciudades, se ha dado un abordaje androcéntrico de la seguridad, es decir, enfocándola exclusivamente sobre lo que, por ley, se define como violencia (crímenes, delitos) y no en los tipos distintos de violencia que se producen en realidad. Este enfoque basado en los crímenes es muy limitado, porque se ocupa solamente de aquello que cada país prohíbe o castiga, obviando algunos tipos de violencia que se ejercen sobre las mujeres al no estar penalizadas y, además, excluye la percepción de inseguridad o miedo, de modo que no se tienen en cuenta ni las relaciones de poder de nuestra sociedad que discrimina a las mujeres, ni permite tomar conciencia de cómo el miedo y la sensación de inseguridad limita la libertad de las mujeres en términos de tiempo y espacio (evitar salir de noche, evitar ciertas zonas, etc.).
Por todo ello, es preciso planificar, diseñar y adecuar los espacios urbanos teniendo en cuenta las necesidades, deseos y percepciones de las mujeres, para que los espacios urbanos puedan ser utilizados, reapropiados y disfrutados, independientemente del sexo de cada persona (así como de la edad, el origen, la identidad sexual, la situación social, etc.). Es necesario reflexionar sobre cómo se establece la seguridad de la ciudadanía y en la ciudadanía, integrando los puntos de vista de las mujeres, quienes son las que más sufren la inseguridad y la sensación de inseguridad. Las mujeres también tienen “derecho a la ciudad” (el derecho a la ciudad se refiere a la capacidad de apropiarse del entorno urbano y de participar, derecho que las mujeres tienen restringido en relación a los hombres). Por todo ello, se está trabajando para que las mujeres desarrollen plenamente su ciudadanía e intervengan activamente en el desarrollo de las ciudades, como ciudadanas, como planificadoras, como políticas.
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