Período estival, calor, aires acondicionados, ropa ligera y, para algun@s, época de viajes. En las últimas décadas el turismo de viajes ha ido generalizándose como una opción vacacional accesible a mayores capas de la población, gracias, en parte, a la aparición de opciones de alojamiento y transporte low cost o a las oportunidades make yourself que brinda Internet, que se ha convertido en una gran agencia de viajes autogestionados.
Sin embargo, durante años, viajar por el hecho de viajar no ha sido una actividad posible para amplias capas de la población (y sigue sin serlo para muchas, por ejemplo, para aquéllas cuya nacionalidad las hace dueñas de un pasaporte cierra-fronteras). Entre las personas a las que les fue vetado viajar estuvieron las mujeres, de todas las edades y clases sociales. Tanto es así, que no contamos prácticamente con referentes femeninos “aventureros”, mientras que prácticamente tod@s podríamos citar algún viajero-explorador, ya se trate de un personaje histórico o de uno perteneciente al mundo de la ficción: Marco Polo, Jacques-Yves Cousteau, Willy Fog, Ibn Battuta, Tintín, Indiana Jones o James Cook, entre muchos otros.
¿Qué sabemos, sin embargo, de Egeria, Isabelle Eberhartdt, Alexandra David-Néel, Nelly Bly, Annie Londonderry o Amelia Earhart, por poner sólo algunos ejemplos? Es probable que sus nombres no nos suenen ni remotamente. A pesar de ello, son mujeres dignas de recordar, no sólo por los viajes que realizaron sino, sobre todo, por el modo como enfrentaron los rígidos patrones de la época que les tocó vivir. Conozcamos algunas pinceladas de sus vidas:
- Egeria, originaria del Gallaecia, provincia romana de Hispania, peregrinó sola, entre los años 381 y el 382 e.c., por los lugares sagrados de la cristiandad, relatando sus memorias de forma escrita en el libro Itinerarium ad loca sancta. Nos encontramos así, con una mujer que no sólo viajó sola en la época del Imperio romano sino que, además, tuvo acceso a la lengua escrita.
- Isabelle Eberhardt: a finales del siglo XIX, esta mujer utilizó el transvestismo como estrategia para beneficiarse de las libertades masculinas que, por su sexo, le fueron negadas. Así, ataviada como un hombre, viajó sola por toda África, después de haber aprendido árabe y de convertirse al Islam.
- Alexandra David-Néel: esta viajera irreductible renovó por última vez su pasaporte a los 100 años de edad, después de haber viajado durante años por toda Asia, haber estudiado sánscrito y budismo y haber sido, en 1924, la primera mujer occidental que entró en el Tíbet.
- Nelli Bly: con 24 años, esta periodista le propuso a su editor que la mandara a dar la vuelta al mundo, a lo que el editor le contestó que se trataba de una hazaña irrealizable para una mujer. A pesar de la falta de apoyo del editor, Nelly encontró otro periódico que la apoyó y, en 1889, zarpó de Nueva York dispuesta a imitar al protagonista de La vuelta al mundo en 80 días: llevaba un vestido, un abrigo, muda de ropa interior y un botiquín. Regresaba a Nueva York 72 días después, habiendo logrado su objetivo.
- Annie Londonderry: otra de las mujeres que decidieron dar la vuelta al mundo, en este caso en bicicleta. Annie partió en 1894, con 23 años, y pasó 15 meses viajando por el mundo con la fuerza que sus piernas imprimieron a los pedales de una bici.
- Amelia Earhart: esta mujer extraordinaria coleccionaba desde niña recortes de diarios en los que aparecían mujeres que sobresalían en funciones tradicionalmente realizadas por hombres. Pronto destacó ella misma: en 1928, fue la primera mujer aviadora en cruzar el Atlántico.
Esta es sólo una pequeña muestra, a modo de reconocimiento, de tantas mujeres valientes que una historia androcéntrica ha borrado de nuestra memoria. Sin embargo, las mujeres viajeras no han sido una excepción a lo largo de la historia, no lo han sido las viajeras por placer, como las que acabamos conocer, ni mucho menos las viajeras por necesidad: son un ejemplo las trementinaires de la Vall de Tuixent que, hasta hace unas décadas, se desplazaban cada año, a pie, desde el Pirineo hasta la costa, vendiendo trementina y otras plantas medicinales que ellas mismas habían recolectado y preparado.
Otras mujeres han tenido que viajar y exiliarse por motivos políticos, como la revolucionaria rusa Natalia Sedova, que acompañó a Trotsky en su periplo a través de Siberia, Turquía, Francia, Noruega y México, huyendo del odio estalinista; como las iraníes Lila Ghobady o Shirin Ebadi, cuyo viaje se convirtió en expulsión permanente por su postura crítica con el régimen de los ayatolás.
Y hoy en día, tantas mujeres, filipinas, peruanas, colombianas… que realizan desplazamientos transoceánicos para realizar tareas de atención y cuidados, que las mujeres de aquí ya no logran compatibilizar con su vida profesional y los hombres pocas veces realizaron.
En fin, la historia de las mujeres viajeras, una de tantas historias olvidadas… Siempre nos quedarán Wendy y Alicia, aquellas niñas que, antes de despertar, pudieron viajar a Nunca Jamás y al País de las maravillas.