La mujer en los medios. Monográfico, parte 2.

La imagen de la mujer se ha manipulado históricamente con fines comerciales, de desacreditación y de control. El poder de los medios es innegable; en vez de considerar que el contenido que vemos, escuchamos o leemos carece de importancia, deberíamos reflexionar sobre las interconexiones que tiene todo lo que consumimos, porque no vivimos en un vacío y también se crean referentes que son incorporados a nuestra memoria colectiva.

Si invertimos los sexos en una representación habitual de poses publicitarias femeninas, ¿qué nos parece esta imagen?

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Imagen encontrada en Pinterest

En este punto, necesitamos hablar de la mirada masculina. Término acuñado por la crítica de cine feminista Laura Mulvey (“Placer visual y cine narrativo”, ensayo publicado en Screen en 1975), revelaría al hombre como productor de sentido y a la mujer como portadora del mismo. Esto es, la mujer se limita a ‘ser mirada’; y en este proceso, al desposeernos de identidad, nos vemos a nosotras mismas a través de ojos masculinos. A la hora de contemplar el mundo, puede hacerse desde muchas perspectivas; sin embargo, en el consumo de masas, lo que solemos encontrar es esto: cosificación y sexualización, partes sueltas de cuerpos anónimos y mujeres en pose perpetua. Es difícil ver personas cuando solamente se nos presentan caricaturas.

 →En esta última década se fomenta la industria del cuidado corporal, castigando el envejecimiento. Los hombres todavía aparecen como alivio cómico, torpes en su desempeño. Podemos unir a esto el rol de modelo, con una belleza imposible de alcanzar, situada en entornos imaginarios y validada únicamente por su aspecto físico.

 →No podemos dejar de lado a las niñas, que suelen ser representadas como una continuidad respecto de lo que hacen sus madres. Encontraríamos además una alta sexualización; son vestidas y maquilladas como mujeres, con la finalidad de despertar excitación y convertirlas desde temprana edad en nuevas consumidoras de productos de belleza.

 →No obstante lo anterior, también ha experimentado un gran auge el femvertising (feminismo+publicidad), que equipara el empoderamiento a la venta, considerando que si se llama la atención femenina, las mujeres pueden ser fidelizadas como clientas. Si bien podríamos pensar que se ha triunfado de alguna manera, no olvidemos que es en realidad una estrategia para vender productos a un sector de la población que hasta el momento no se había visto representado. Hay una cuestión fundamental: no existe una única mujer real, porque todas somos reales.

Queremos ver también mujeres con sus complejidades; con sus logros y sus fracasos, sus penas y sus alegrías. Nos gustaría ver seres humanos multidimensionales. Si partimos de una subrepresentación y los únicos modelos o referentes que se nos presentan son reduccionistas, difícilmente podremos aspirar a serlos.

Como mencionan en el documental ‘Miss Escaparate’, que os recomendamos desde aquí:

No puedes ser lo que no puedes ver.

Empecemos por ser un cambio positivo.

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“Rosie the Riveter”, J. Howard Miller